Sunday, January 2, 2022

EL MENSAJE

 El mensaje

Camina a paso ligero, atravesando la calle de la Estafeta y repasando mentalmente el mensaje que va a entregar. Desde ayer, el hombre tiene los nervios anudados en el estómago y le duele la tripa. Se imagina que son como una mano que tira de él hacia dentro de su ser, como si quisieran darle la vuelta y arrancarle la vida de cuajo.
Son casi las siete de la mañana y es lunes. La ciudad arranca un veinticinco de diciembre más con el bullicio tácito de los chorros de agua del camión cisterna regando las calles. Percibe los buenos días que musita un chaval que está bajando cajas de leche de un camión, le responde con el eco de sus propios pasos girando hacia la derecha para tomar la calle de la Calderería. Al fondo, alcanza a ver la torre de la parroquia de San Agustín y se aproxima decidido. Tocan las campanas y sabe que ha llegado el momento de hacer sonar la aldaba metálica del portón. La noticia le quema en los labios.
-¿Quién llama? - unos ojos claros aparecen en la rejilla del mirador que se acaba de abrir en la parte superior de la puerta.
-Soy Gabriel, traigo el mensaje. - responde firme, tratando de parecer sereno.
Los ojos claros le dan acceso al recinto, bajo la sombra de una cofia. No hay muebles, es una entrada diáfana que conduce a un claustro oscuro. A la derecha hay un cuarto iluminado por la luz de una vela.
Está en esa alcoba. - le indica la monja. Gabriel se aproxima dubitativo y entra en el dormitorio para encontrar a un hombre joven reclinado hacia la cama y sosteniendo la mano de una muchacha negra encinta a punto de dar a luz.
El joven se pone en pie. La chica trata de respirar tal y como las monjas le han enseñado y acorde con cada contracción. Al levantar la vista su jadeo se altera, sabe quién es Gabriel. Ambos advierten a lo que ha venido.
-Salve - saluda Gabriel. - No temáis. Os han dado un gran privilegio. Tú concebirás en tu seno y parirás a quien todos esperamos. Será Mesías. Y será una niña.
Rompe aguas, no sabe muy bien si del impacto de la noticia o porque tenía que ser así. Se cuela una sonrisa en sus labios entre gestos de dolor y golpes de sudor frío. El joven médico se pone manos a la obra. Ella ha decidido hacerlo allí, en Iruña. Lo harán aunque no estén casados, porque se quieren. Las monjas han accedido a regañadientes, pero saben quién es ella y no pueden negarse.
Esta vez la Reina es “la” Mesías. Es niña y es negra.

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